El diario El Tribuno publicó hoy un artículo sobre el aborto que me pareció interesante, escrito por el Dr. Durand Mendioroz, que debe ser profesor de alguno de ustedes.
¿Nadie quiere el
aborto?
Escuchamos con
frecuencia afirmaciones tales como que "nadie quiere el aborto", o
"todos queremos la vida nadie quiere matar niños!". Al parecer los
partidarios de la ley del aborto estarían a favor de la vida, pero de un modo
peculiar, consistente en privilegiar la vida de la mujer (madre) que quiere
abortar, y tornando aceptable en consecuencia el "daño colateral",
lamentable pero necesario, del fin de la vida del embrión (hijo). Esta postura
ha sido reiteradamente planteada por algunos senadores durante las audiencias
que se están llevando a cabo en estos días, quizás buscando una empatía con el
público que acaba de oír que el resultado típico del aborto es matar al ser en
gestación, que en nuestro derecho, nos guste o no, se denomina niño.
Pero esto no es tan
así, existen matices que intentaremos mostrar.
Abortismo. Porque, claramente, están los que quieren el
aborto como fin en sí mismo. Tenemos un primer grupo compuesto por aquellos que
procuran la reducción de la población mundial y generan políticas
antinatalistas globales, aplicadas en nuestro medio por aliados locales. Esta
posición se sustenta ideológicamente por combinaciones diversas de conveniencia
político-económica, neo-malthusianismo y un cierto tufillo a racismo (tal que
se habla de "calidad" de la población). Si bien nadie la defiende
públicamente y suele quedar fuera de los análisis, de ningún modo podríamos
decir que sea secreta o de conocimiento inaccesible para una persona de cultura
media.
Feminismo
radical. Luego, en sentido
decreciente, ubicaría un segundo grupo que también quiere el aborto, integrado
por aquellos que están convencidos de que "el producto del embarazo",
sobre todo en sus primeros estadios de vida, es una larva o un manojo de
células, carente de toda entidad humana, y que por ende puede ser abortado en
cualquier momento a libre demanda por parte de la madre. Esta, en el ejercicio
de una autonomía absoluta, puede decidir si su hijo es o no persona y desde
cuando. Este segundo grupo está principalmente integrado por el feminismo
radical, basado ideológicamente en un voluntarismo extremo y, por qué no
decirlo, en la utilización del pensamiento mágico, ya que sólo mediante el
recurso a éste puede sostenerse que el "ser" del hijo depende del
deseo de la madre antes que de una situación relacional objetiva. Esta ideologización
extrema lo torna impenetrable a cualquier razón, pero al mismo tiempo limita su
difusión entre la mayoría de la gente dotada de sentido común.
Mal
necesario. Hasta aquí, las
posiciones que quieren el aborto como un objetivo deseable. Cabe considerar
ahora aquella que aludíamos al comienzo, la que no cree que el aborto sea bueno
en sí, ni deseable, sino solamente un mal necesario porque si bien una vida
humana se sacrifica, en definitiva debe garantizarse la práctica a fin de
preservar la vida de la madre, que sería el bien superior. Se trata de una
aplicación de la tesis de que el fin justifica los medios, también conocida
como "del mal menor". Sin duda esta posición es sostenida por un arco
de personas mucho más amplio y numeroso que las anteriores y además, es la más
"presentable" para el debate público: "aborto para no
morir", "todos queremos la vida, aunque de un modo diferente".
Pero al ser la más presentable, no todos la sostienen sinceramente, de modo tal
que los grupos que individualizamos como primero y segundo, le prestan su
fervoroso y poderoso apoyo; más aún, organizan y lideran la campaña por el
aborto libre, seguro y gratuito, asumiendo la "defensa de los
humildes" -sin que nadie se lo hubiere pedido- y desarrollando argumentos
reiteradamente desmentidos pero no por eso menos utilizados, ya que lo que
buscan aunque por diferentes motivos es el resultado del aborto y no resolver
los problemas de los marginados.
La mujer
vulnerable
Dentro del tercer
grupo, debemos diferenciar la situación de las mujeres embarazadas que se
encuentran en muy diversas situaciones de vulnerabilidad, por lo que se
plantean la posibilidad de realizarse un aborto. Ellas no suelen plantearse
teorías sino que viven un drama existencial frente a un embarazo imprevisto, en
circunstancias sumamente complejas, capaces de trastornar su vida. No obstante,
no ponen el foco en el cambio de legislación sino en la "solución" de
su propio problema.
Pueden intuir que el
aborto no es algo bueno, pero en definitiva imaginan que la continuidad del
embarazo puede acabar con "su vida", o piensan que el desafío de la
maternidad las supera completamente. En ocasiones están solas, presionadas,
condicionadas, deficientemente informadas, con baja auto estima, y se
encuentran con la "oferta" cultural del aborto, no como la solución
ideal al problema, sino a falta de una alternativa mejor. "No tengo otra
opción" resume en casi todos los casos el motivo de la decisión de
abortar, quizás ilusionándose con que el aborto "va a volver las cosas
atrás", al lugar que tenían antes del embarazo, como si rebobináramos una
película hasta un punto determinado. Pero esto nunca es así, el aborto no
vuelve nada atrás, sino que constituye un hito en la historia personal de la
madre que suele ser traumático por una honda razón antropológica: el vínculo
madre-hijo es el más fuerte que se conoce en la naturaleza humana y en algún
momento la mujer "realiza" que hay una historia de amor que quedó
trunca y una existencia común que jamás será transitada.
El apoyo de la comunidad
En nuestro país se
encuentra cada vez más extendida la experiencia de varias organizaciones de la
sociedad civil orientadas al apoyo a mujeres embarazadas en situación de
vulnerabilidad. La enseñanza de millares de entrevistas de orientación y acompañamiento
es que la escucha, la empatía, el afecto, el respeto, posibilitan a la mamá un
ámbito de seguridad y libertad para tomar una decisión, cuya conclusión suele
ser que el proyecto de vida en común con el hijo es mejor que la (imaginaria)
vuelta atrás.
Es decir, la madre
descubre y asume que sí tiene otras opciones.
En síntesis, ante el
drama del embarazo en situación de vulnerabilidad, contención personal; ante el
drama de las muertes maternas, condiciones obstétricas y neonatales esenciales
en todo el país.
La deuda de la
democracia no es, pues, el debate del aborto sino la implementación de un
régimen de seguridad social especial e integral para el niño y la madre durante
el embarazo y período posterior, tal como lo manda el art 75 inciso 23 de la
Constitución.
En este punto,
advertimos que la diferenciación de los tres grupos es una de las claves para
obtener algunas precisiones en una situación de tanta complejidad. El primer
grupo “político” y el segundo, “ideológico” tienen una coincidencia estratégica
en cuanto ambos buscan el aborto como resultado “valioso” y la prueba está en
que operan en forma conjunta ante el tercero y ante la sociedad toda,
utilizando como pantalla la necesidad de los pobres. Seguramente hoy existen
senadores partidarios de sancionar la legalización del aborto, más o menos
identificados con alguno de los tres grupos.
A quienes integren
sinceramente el tercero les propongo un punto de partida común: que una mujer
argentina jamás deba decidir abortar “porque no tiene otra opción”.
En consecuencia la vía
para “salvar las dos vidas” (que es lo que todos queremos aparentemente) es
habilitar mecanismos que posibiliten opciones, de forma tal que el aborto pase
a ser, lisa y llanamente, un “mal innecesario”
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